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Boletín N°2 - Modus tollens: la lógica del fracaso que lleva al éxito
“Modus tollens: la lógica del fracaso que lleva al éxito”
ÁREA: CIENCIA, LÓGICA.
TIPO DE PUBLICACIÓN: COLUMNA DE OPINIÓN.
Autor: Jorge Maturana Palma, egresado de los programas de Magíster en Filosofía de las Ciencias y Magíster en Psicología Social Aplicada, Facultad de Humanidades, USACh.
Correspondencia: jorge.maturanap@usach.cl
El método de descubrimiento empírico más exitoso hasta hoy
El avance experimentado por la ciencia y la tecnología en los últimos tiempos, y su singular aceleración de los últimos años, permite exhibir en la actualidad exitosos resultados. De hecho, toda la tecnología que hoy nos asombra proviene de las ciencias y su método de descubrimiento.
El método científico es un proceso que tiene por finalidad establecer relaciones entre hechos, para formular leyes, modelos y sistemas teóricos que den cuenta apropiadamente del funcionamiento de diversos aspectos del mundo. Y su formulación es muy simple: observar, formular hipótesis/modelo, experimentar y concluir.
La experimentación es la etapa crucial donde se somete a prueba la hipótesis o modelo para demostrarla, pero de una manera muy singular: el único camino incuestionablemente concluyente para el descubrimiento y progreso es el ¡fracaso o falsedad! de la hipótesis.
En realidad, el científico no intenta probar la veracidad de su hipótesis sino su falsedad. Y lo hace así por un antiguo y discutido problema de la inducción, común a todas las ciencias basadas en hechos empíricos, y que se resuelve mediante un razonamiento deductivo que constituye el pilar del método científico conocido como Modus Tollens (léase modus tolens).
Modus Tollens o falsación
Las ciencias o disciplinas empíricas buscan el conocimiento a partir de la observación de hechos singulares, y cuando se observa una cierta regularidad bajo ciertas condiciones, intenta construir una ley, modelo o sistema que explique dicha regularidad. Es lo que se conoce como inducción, es decir formular enunciados generales a partir de hechos singulares, sin embargo hay un problema de por medio.
El problema de la inducción surge del hecho de que nunca podremos afirmar algo general a partir de los datos particulares de la experiencia por mucho que estos se repitan. Siempre cabe la posibilidad que se presente un caso distinto que invalide el modelo bajo las mismas condiciones.
Por ejemplo, por muchos millones de canarios amarillos que veamos nunca podremos afirmar que “todos los canarios son amarillos”. En cambio si encontramos un solo canario que no sea amarillo, si podremos afirmar “No todos los canarios son amarillos”.
Por esa razón el filósofo y sociólogo Karl Popper introduce como criterio de confirmación científica el concepto de falsación basado en el razonamiento deductivo Modus Tollens de la lógica formal:
Si de la hipótesis H se deduce una consecuencia C;
y la consecuencia C es falsa.
Entonces, la hipótesis H también es falsa.
En cambio, si comprobamos que dicha consecuencia se cumple, entonces no hemos demostrado en absoluto la verdad del modelo, sólo lo hemos corroborado para ese caso particular, puesto que no sabemos aún si resultará exitoso para todas las consecuencias o casos posibles de inferir.
Esto quiere decir que la ciencia nunca puede confirmar definitivamente un modelo, teoría o hipótesis H, pero sí puede refutarla definitivamente, deduciendo tan sólo una consecuencia C de la misma y mostrando empíricamente su fracaso.
La realidad de los innovadores nos muestra algo diferente. La mayoría reconoce que han aprendido del fracaso y no de la certeza irrefutable. Un fracaso por trágico e inesperado que sea, también es una oportunidad de mejora.
Ejemplos que revelan cómo el fracaso ha sido el motor de la innovación y mejoramiento de modelos y sistemas son abundantes:
Steve Jobs no sólo era un gran emprendedor debido a sus grandes inventos, sino también por haberse recuperado de un fracaso insuperable: cuando tenía 30, la junta directiva decidió despedirlo de su propia empresa.
Walt Disney fue despedido de un periódico por su falta de imaginación y creatividad. Tratando de seguir adelante, fundó su primera empresa de animación pero también tuvo que cerrarla. Desesperado y sin dinero, Disney encontró una forma de llegar a Hollywood y enfrentó la crítica y el fracaso hasta que por fin sus películas comenzaron a hacerse populares.
Bill Gates vio cómo su primer emprendimiento fracasó. Su empresa llamada Traf-O-Data se dirigía a procesar y analizar los datos de ciertas cintas de grabación. Trató de vender su idea pero fue un completo desastre. Sin embargo, el fracaso no evitó que Gates explorara nuevas oportunidades y algunos años después, creó su primer producto de Microsoft, un nuevo camino al éxito.
Los virus como el SARS-CoV-2, cotidianamente conocido como coronavirus, hacen uso intensivo y exitoso de esta lógica. Una de sus actividades centrales es realizar copias de sí mismo. Sin embargo, también cometen errores de copiado produciendo réplicas alteradas o mutaciones. Aun entendiendo que estos cambios no ocurren con una finalidad, si ellos lo hacen un mejor superviviente facilitando su reproducción, tenderán a propagarse, sino a desaparecer.
Conclusión: innovar requiere cultivar el aprendizaje efectivo mediante el fracaso eficiente.
La mítica imagen del investigador superhéroe exitoso que con sus juicios implacables e irrefutables siempre nos libra de los peligros que acechan el camino del conocimiento, ya está en retirada.
Explicábamos que hay toda una lógica detrás de esto: el fracaso no es algo que eventualmente puede ocurrirnos, si no que nos va a ocurrir. En otras palabras, cuando logramos realmente hacerlo bien es porque en algún momento lo hicimos mal. Fracasar es un componente inseparable del proceso de aprendizaje y crecimiento porque nunca lo haremos tan bien al primer intento. Y aunque lo hiciéramos bien, sabemos que no tenemos la verdad irrefutable ni el producto imbatible, pero podemos y debemos seguir iterando y refinando hasta tener algo mejor, no necesariamente perfecto pero si perfectible.
Si no intentas algo nuevo, y por lo tanto sujeto al fracaso, nunca nada vas a cambiar.