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Boletín N°3 - “Hemiplejia política”

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“Hemiplejia política”.

ÁREA: SOCIOPOLÍTICA EDUCACIONAL.

TIPO DE PUBLICACIÓN: COLUMNA DE OPINIÓN.

AUTOR: Felipe Letelier Molina, Graduado de Magíster en Gestión Educacional, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago de Chile (USACH).

 


José Ortega y Gasset comienza su “Rebelión de las masas” con un prólogo dirigido a los franceses en donde comenta la falsa dicotomía entre derechas e izquierdas:
 
“Ser de la izquierda es como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral. Además la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la <<realidad>> del presente (…) ”
 
Y comienzo con la cita del escritor español a raíz de una conversación con pobladores en diversos lugares; de camino al trabajo, filas de banco, en la micro, en el mismo barrio y con personas de diversas edades.
 
Oiga, pero ¿por qué los estudiantes siguen protestando si no ganó la derecha? preguntan muchos vecinos, en un proceso de reflexión política totalmente válido, más aún cuando les hicieron creer a muchos que serían importantes agentes de cambio en la nueva constitución, ya que los habían invitado a cabildos, foros, charlas, entre otras actividades para que dieran sus opiniones y sus ideas del país que querían hacia el futuro. Sin embargo, muchos no quedaron satisfechos con la escueta participación que realmente tuvieron, es decir, colaboraron, pero a medias. No obstante, hay algunos que ni siquiera se lo cuestionan y solo critican cualquier movimiento social que les impida llegar relativamente temprano a su casa luego de haber batallado durante ocho o quizá más horas en su puesto laboral. 
 
Ahora bien, si analizamos la correlación de fuerzas políticas actuales cualquiera diría que es imposible pensar en una revolución y cambiar de raíz el modelo de democracia representativa que a todas luces está más que desgastado. Basta ver las cifras de participación en las votaciones para evidenciar que, al parecer, elegir a alguien cada 4 años ya no es el camino más idóneo para hacer política ¿Pero entonces qué hacemos? ¿Podríamos vivir sin presidentes? ¿Estará preparada la población para tomar sus propias riendas de lo que quiere, cuándo y cómo lo quiere? ¿O es que no somos más que un montón de ovejas descarriadas, sin conciencia que a la primera cometeríamos asesinato, robo, cohecho, estafa y quizá cuanta cosa más?
 
En el documental “La batalla de Chile” del cineasta Patricio Guzmán hay una parte que llama mucho la atención. Es quizá una lectura errónea de mi parte, pero en un momento del documental se muestra a un grupo de pobladores que se han tomado un terreno en la capital a mediados de 1972. Cuando llegan los personeros de gobierno a negociar con ellos (no llegan agentes policiales) son expulsados por los pobladores, dándoles a entender que esto ya no tenía que ver con un problema de izquierdas y derechas o de partidos políticos, sino que con un tema de clase. Así también, se puede apreciar en el metraje, cómo los cordones industriales alcanzaron un grado tal de organización popular que tal vez no era necesaria la mano del Estado para que estos funcionaran. Es más, basta con tan solo escuchar las voces de aquellos obreros entrevistados y rápidamente nos damos cuenta que hay un compromiso y una responsabilidad por el otro que nos llama mucho la atención. 
 
Por supuesto, cuando llega el once de septiembre de 1973 todo ese entramado, todo ese tejido social se rompió. Y fue a tal punto su destrucción que llega hasta nuestros días; con una clase social cada vez más empobrecida y otra que se hace cada vez más rica. Está claro que cada quien lleva agua hasta su propio molino y que una clase lo haga con aspas más grandes solo deja en claro el poderío que esta tiene. Sin embargo, más temprano que tarde otro estallido social se puede dar y quizá con otras características donde la organización barrial, soberana y popular sea mayor a la de 2019, desembocando en otros procesos y otras pautas que podrían entroncar con la dinámica de ir llegando por fin a un desarrollo más armónico y con respeto por el ser humano en toda su amplia conformación.
 
No es posible reducir todo a un “apruebo-rechazo” “si-no” “Lavín o Lagos” “Boric - Kast” “bueno - malo” “democracia - dictadura” y luego cuando no gana el que tu querías, comenzar a menospreciar a la gente que ha tenido menor acceso a educación y que supuestamente votó engañada o echarle la culpa a quienes no votan, encontrándonos en una verdadera parálisis política, educativa y social, porque desde aquí pregunto; ¿Qué votas cuando votas? ¿Es este el sistema que te gusta y que aspiras para tu familia, vecinos, amigos etc? ¿Es el sistema presidencialista nacional la mejor vía? ¿Somos realmente partícipes de la vida en sociedad? ¿La democracia es el único camino político?
 
Ya lo explicaba Bourdieu cuando decía que el sistema educativo solo reproduce un modelo que es cómodo a una clase social, pero cuando este se triza y comienza a inquietar, se pone en marcha toda una gama de acciones desde las cúpulas de poder para aplacar cualquier intento insurreccional. Los medios son los primeros en demonizar a los rebeldes, luego las fuerzas policiales se encargan de poner orden para finalmente sancionar duramente a quienes se atrevan a poner en tela de juicio el sistema.
 
Finalmente, creo que ningún secundario movilizado se siente agradado con los escenarios que se han dado en el último tiempo, pero si muchos tienen una mirada crítica del modelo educativo imperante en Chile. Por lo tanto, antes de comenzar a cuestionar, es fundamental el ejercicio de reflexionar buscando la mayor cantidad posible de información, para así no caer en la “hemiplejia política del siglo XXI”.