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Dr. Julio Pinto: “Vivimos tiempos verdaderamente históricos”

Dr. Julio Pinto: “Vivimos tiempos verdaderamente históricos”

Por Simón González, graduado de Magíster en Historia, Facultad de Humanidades, USACH.

 

En diciembre de 2016 el investigador del Departamento de Historia, Julio Pinto Vallejos (1956), fue distinguido con el Premio Nacional de Historia, el primero recibido por un académico de nuestra casa de estudios. Como Boletín de Posgrado tuvimos la oportunidad de conversar en exclusiva sobre sus aportes a la historia social de la República[1] y también sobre el histórico proceso constituyente actual.

 

Trabajos y rebeldías de un historiador

Julio Pinto desde que tiene recuerdos quiso estudiar Historia atraído “por la posibilidad de conocer tiempos y culturas diferentes. Más adelante, ya en la Universidad, por entregarme elementos para conocer y entender mejor mi propio presente”, marcado por la dictadura cívico-militar.

Por circunstancias de la vida, realizó sus estudios en la Universidad de Yale en Estados Unidos, primero la Licenciatura y Magíster (1974-79) y más tarde el Doctorado (1982-83), cuya tesis terminó en Chile. A partir de 1980 se desempeñó como profesor hora en la UTE, también en enseñanza media (1980-84) y en la Universidad de Talca (1985-88), siendo contratado jornada completa desde 1988 por la USACH.

Su mayor desafío fueron “las limitaciones que había para enseñar Historia, por razones de censura política, y las dificultades para insertarse laboralmente en un período de importante cesantía”, debido a las restricciones para ingresar al sistema universitario.

En esa línea, desde el tiempo del Instituto Pedagógico Técnica (1944) la UTE y luego la USACH han formado a profesoras y profesores de Historia, en especial a estudiantes de los sectores económicamente más postergados.

Con la creación del Magíster (1984) y el Doctorado en Historia (2013) continuaron formando investigadoras e investigadores históricos, “muchos de los cuales han contribuido (y siguen contribuyendo) significativamente a la creación de conocimiento histórico, sobre todo de orientación crítica (prefiero no dar nombres específicos, para no arriesgar omisiones injustas).  Todo ello ha permitido que, al día de hoy, nuestro Departamento sea ampliamente reconocido a nivel nacional y continental como un centro formador de docentes e investigador@s de alto nivel y profundo compromiso social”.

Su aporte como docente junto a sus importantes trabajos, motivaron a las autoridades del Departamento a postularlo al Premio de Historia, siendo respaldado por la Facultad de Humanidades y la Rectoría.

Según cuenta, nunca se hizo “muchas expectativas respecto del resultado de la postulación, por lo que fue una muy grata sorpresa cuando se me avisó que había obtenido el Premio. Me sirvió también para constatar un nivel muy significativo (y transversal) de reconocimiento a mi trabajo, lo que por supuesto me resultó muy gratificante”.

La adjudicación del Premio se fundamentó en sus aportes a la historia de los sectores populares, significando también un reconocimiento a la corriente historiográfica conocida como Nueva Historia Social, señalando la importancia de que el Estado de Chile destaque el rescate de historias “durante mucho tiempo postergadas o silenciadas” por la historiografía chilena que la precedió.

A pesar de que hubo una crítica porque no fue premiada una historiadora, para Julio Pinto “esa falta, absolutamente real, comenzó a revertirse a partir del premio siguiente, cuando ganó Sol Serrano.  Fue un gesto importante, pero aún muy insuficiente, considerando que hay muchas otras historiadoras ampliamente merecedoras de ese reconocimiento—entre ellas una de las más destacadas y fructíferas integrantes de la Nueva Historia Social, como María Angélica Illanes, quien hasta el día de hoy no ha sido reconocida con ese premio”.

 

Chile en un momento histórico

Como buen historiador, le parece “muy interesante” el momento que vive nuestro país en los últimos dos años, donde luego de la revuelta social, la pandemia y proceso constituyente diversos sujetos y actores tomaron protagonismo social, especialmente las comunidades históricamente excluidas como las mujeres, indígenas, disidencias, migrantes o la infancia.

En esa línea, el profesor considera que se ha “abierto una ‘ventana de oportunidad’ en la que nuestros grandes problemas sociales y nacionales se están debatiendo, no sólo en círculos de especialistas, sino a nivel de la sociedad en general.  La misma definición de un nuevo marco de convivencia política a partir de una Convención Constitucional ampliamente representativa de diversos sectores sociales es una experiencia inédita en nuestra historia. En ese sentido, yo definiría esta coyuntura como de posibilidad de recuperación de la ciudadanía y la soberanía social en el más pleno sentido de la palabra, lo que en sí constituye un ejercicio muy alentador. Ojalá no lo desaprovechemos, pero eso depende del involucramiento sostenido del mayor número posible de personas en el proceso.  Siempre las sociedades están haciendo historia, pero son pocas las veces en que ese ejercicio es tan visible y concreto como lo estamos viviendo ahora”.

En ese escenario, para Julio Pinto las ciencias sociales, y en especial la Historia, deben cumplir su rol histórico, que es “aportar a estos procesos de definiciones y cambios desde nuestro particular ámbito de creación y sistematización de conocimientos, que es el de la vida humana en sociedad”,  insumos que deben ser puestos “al servicio de los debates en curso, y acompañar dichos debates desde una perspectiva propiamente ciudadana, y no de ‘saberes expertos’ supuestamente ajenos o superiores a la deliberación general de la ciudadanía”.

Por otro lado, señala que los medios de comunicación también deben aportar en “contrarrestar el enclaustramiento de las instituciones de educación superior entre sus cuatro paredes [tarea que] resulta tan bienvenida como necesaria”, y allí según Pinto nuestro Boletín apunta en esa dirección “cultivando lazos de pertenencia y comunicación con quienes están en o han pasado por nuestra Universidad”, proyectando esta voluntad a la sociedad en su conjunto.

Finalmente nos envía un gran mensaje a la comunidad universitaria: “vivimos tiempos verdaderamente históricos, lo que amerita que conozcamos mejor nuestra historia y nos involucremos activamente en su construcción futura”, tarea en la que esperamos contribuir como equipo del Boletín de Posgrado.

 

 

[1] Entre sus libros destacan: “Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera: el ciclo del salitre y la reconfiguración de las identidades populares 1850-1900” (1998), “Historia Contemporánea de Chile” (1999-2003) en coautoría con Gabriel Salazar; “¿Chilenos todos?: La construcción social de la nación 1810-1840 (2009) en coautoría con Verónica Valdivia, “Caudillos y plebeyos: La construcción social del Estado en América del Sur 1830-1860 (2019), entre otros.